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10 julio 2024

EL GENUINO SABOR DE LO AUTENTICO, BARES PULPERIAS, BOLICHES DE ARGENTINA

 

EL  GENUINO SABOR DE LO AUTENTICO, BARES PULPERIAS, BOLICHES DE ARGENTINA


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BARES NOTABLES DE BUENOS 

Hay bares en la ciudad de Buenos Aires que fueron el punto de encuentro de grandes músicos, el espacio de debate de importantes escritores o lugares de tertulia de actores y políticos.

Muchos de ellos, por antigüedad, arquitectura o relevancia local, son considerados "notables" y forman parte oficial del patrimonio cultural de la ciudad.

Conocerlos y compartir la atmósfera amable de las charlas de café, disfrutando de un clásico "cortado", es ritual obligado para los habitantes de la ciudad y una experiencia imperdible para los viajeros.

Se considera «bar notable» a aquellos bares, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio.

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BAR DE CAO
Este es uno de los bares notables de Buenos Aires cargado de historia y nostalgia de épocas mejores vividas pero que sin lugar a dudas merece ser visitado 
Este café comenzó su historia hace tiempo, con los hermanos José y Vicente Cao como propietarios, y funcionó desde entonces con la exitosa dupla de almacén y despacho de bebidas. Después de su retiro, el bar logró reabrir sus puertas en el año 2005, en un barrio como San Cristóbal, históricamente poblado de numerosos cafés interesantes y reconocidos.
Los Cao eran oriundos del pueblo de San Tirso de Abres, Asturias. Fueron ocho hermanos. Siete varones y una única mujer, Francisca. Ramón, el mayor, llegó a Buenos Aires en 1920. Un lustro más tarde lo hizo Julio. Ambos tuvieron diferentes trabajos hasta que, en 1930, se les presentó la oportunidad de alquilar la esquina de Independencia y Matheu —que había funcionado como bodegón desde 1915— para convertirla en un almacén-bar que llamaron La Armonía.
Otros hermanos fueron arribando al puerto de Buenos Aires. En distintos años lo hicieron Vicente, Pepe, Jesús y Balbino. Pero quienes conformaron la sociedad al frente de La Armonía fueron Julio, Vicente y Pepe ya que Ramón se había vuelto a España a cuidar a su madre. La empresa familiar se mantuvo hasta 1971 cuando Julio vendió su parte a Vicente y Pepe.
  Las modificaciones mantuvieron tanto el espíritu del lugar como sus fantasmas. El bar luce sus originales puertas vaivén, ventanas guillotina, estanterías, mesada de mármol y piso calcáreo. La madera es el elemento que domina todo el espacio. El respeto por el mobiliario produce la sensación de estar viendo a Vicente o Pepe en pleno peso y despacho de mercadería.
El tiempo pasó. Ramón se volvió a España y luego lo siguió Julio. Vicente y Pepe mantuvieron el negocio. El primero murió en 1999 y unos meses después Pepe bajó la persiana. Murió en abril de 2002. Pero después de esa suerte de siesta, en 2005 el almacén y bar “La Armonía” reabrió ya convertido en el “Bar de Cao”, pasó a manos de un grupo gastronómico que nuclea a varios de los bares notables de la Ciudad. El local se amplió hacia la calle Matheu y el espacio se unificó en un gran salón que pasó a incluir el antiguo bar. Las modificaciones mantuvieron tanto el espíritu del lugar como sus fantasmas. ése que se luce en la esquina de Independencia y Matheu manteniendo no sólo la tradición de su buena comida sino la vieja escenografía que lo llevó a integrar la lista de bares notables de Buenos Aires. El antiguo barrio de San Cristóbal lo tiene entre sus referencias, igual que a otros edificios (templos católicos, una sinagoga, una mezquita y un templo budista) que muestran el pluralismo religioso de la zona, consecuencia de las distintas comunidades que conviven allí. Pero esa es otra historia.

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Bar de Cao
Av. Independencia 2400, San Cristóbal
“En medio del café, flota la luna, el humo como un alma se levanta…”
Conrado Nalé Roxlo.
Este café comenzó su historia hace tiempo, con los hermanos José y Vicente Cao como propietarios, y funcionó desde entonces con la exitosa dupla almacén y despacho de bebidas. Cuando en el año 2000 los veteranos asturianos se retiraron, Néstor Rosales,
entusiasta vecino, tomó la posta y realizó unas respetuosas y atinadas reformas. Amplió el espacio del café derribando la pared que lo dividía, pero mantuvo todas las características originales, incluido el mobiliario, y lo llamó El Almacén. A Rosales lo sucedió el músico Jorge A. Mehaudy, quien permaneció cerca de dos años al frente de la actividad, hasta que finalmente cerró.
En septiembre de 2005 el café reabrió sus puertas como Bar de Cao, para regocijo de vecinos y no tan vecinos, con un acertado trabajo que no hizo más que poner en valor las cualidades ya conocidas del viejo comercio.
El fino pintor Roberto Del Villano, recordado director del Museo de Arte Moderno, y su esposa Mónica; las señoras Otilia Da Veiga y Concepción Gamás, de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal "Jorge Larroca"; el escritor Manuel Peña Muñoz, autor del libro Los Cafés Literarios en Chile, de paso por Buenos Aires; el pintor
Juan Manuel Sánchez, protagonista del Grupo Espartaco; Luis O.
Cortese, minucioso investigador de la historia de la ciudad; los poetas Fernando Sánchez Zinny, Rubén Derlis, Patricia Sibar y Ernesto Pierro; el locutor Mario Keegan; la actriz Virginia Amezstoy; los periodistas Leonardo Busquet y Mario Bellocchio; el museólogo Diego Ruiz, y Ángel O. Prignano, investigador urbano, autor, entre otros, de un excelente libro sobre la basura porteña, son algunos de los miembros de la amplia barra "Caótica", que disfrutan cada uno de los momentos allí compartidos, tanto por el buen trato reinante, como por la calidad de todo lo que se consume.
A media cuadra del Cao, en Independencia 2442, una placa de la Secretaría de Cultura porteña del año 2000 recuerda que en ese predio vivió el magnífico arquitecto argentino Julián García (1875-1944), formado en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, e introductor del modernismo catalán en nuestra ciudad, autor de la reforma del Hospital Español (1908) y del edificio de oficinas de Chacabuco 78 (1910). Estamos seguros de que Julián, hombre de buen comer, conoció a Vicente y José Cao, y que en más de una oportunidad estuvo allí, comprando un buen jamón crudo o unas
sardinas españolas.
Pablo Durán, eficaz conductor que logró hacer renacer el Bar de Cao, comenta, no sin cierto orgullo, que el barrio de San Cristóbal es un barrio con cafés, y muy interesantes. Tiene razón, además del suyo, el Bar de Carlitos en Carlos Calvo 2607, "entre pulpería y almacén", es otro buen ejemplo. De los que ya no están recordamos
a El Protegido de San Juan y Pasco, a La Pichona de Pavón entre Rincón y Pasco, además de La Chiquita y el Café Pagés.
En el propicio ámbito vespertino de este café podría haber estado Julio Cortázar escribiendo o compartiendo un whisky con algunos cronopios de San Cristóbal o Balvanera, como solía hacerlo, del otro lado de las aguas y las tempestades, "en esos cafecitos de la rue Lhomond", o en "Les deux Magots", en el corazón de Saint- Germain-des-Près.



























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CAFE TORTONI






































GRAN CAFE TORTONI


Fundado en 1858, el Café Tortoni es el más antiguo de Argentina. Entre sus enmaderadas paredes, junto a sus mesas de roble y mármol verde, se sentaron Alfonsina Storni, Benito Quinquela Martín, Carlos Gardel, Baldomero Fernández Moreno, Luigi Pirandello, Federico García Lorca y Arturo Rubinstein entre otros artistas, hombres de letras y parlamentarios que traspasaron algo de su personalidad a este tradicional café, inseparable ya de la historia de Buenos Aires El Tortoni es el paradigma del café porteño, pero poco se sabe de sus orígenes. Apenas un inmigrante francés de apellido Touan decidió inaugurarlo a fines de 1858, el nombre lo tomó prestado del de un establecimiento del Boulevard des Italiens, en el que se reunía la elite de la cultura parisina del siglo XIX.
A fines del siglo, el bar fue adquirido por otro francés: don Celestino Curutchet, a quien el poeta Allende Iragorri describiera como ...el típico viejito sabio francés.... Menudo de cuerpo y fuerte de espíritu, estilaba la clásica perilla alargada, ojos vivísimos y usaba un casquete árabe de seda negra, casi un personaje de historieta que agregaba otro acento peculiar a la fisonomía el lugar.
El local era frecuentado por un grupo de pintores, escritores, periodistas y músicos que formaban la Agrupación de Gente de Artes y Letras, liderada por Benito Quinquela Martin. En mayo de 1926 forman La Peña, y le piden a Don Celestino Curutchet, que les deje usar la bodega del subsuelo. El dueño acepta encantado, porque según sus palabras ... los artistas gastan poco, pero le dan lustre y fama al café....
En este café parece que el tiempo se hubiera detenido como en un daguerrotipo, cuando en él la gente juega al billar, a las cartas, o simplemente toman un ca
fé entre amigos, el local es cada vez más una parte indispensable de la historia porteña.

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CONFITERIA LONDON CITY


Situado en pleno corazón de la city porteña, desde el 28 de Septiembre de 1954, “London City” fue refugio de poetas, artistas, políticos, que transitaban desde el Palacio Municipal hasta el edificio del Consejo Deliberante, periodistas que entraban y salían del vecino edificio del diario La Prensa y de los porteños y turistas que paseaban y trabajaban a lo largo de la hermosa Avenida de Mayo.

“London City” fue declarado café notable por la Comisión de Protección y Promoción de los cafés, bares, billares y confiterías notables de la ciudad de Buenos Aires.
El bar London City es uno de los Cafés Notables de la Ciudad de Buenos Aires. Está ubicado en la planta baja de un edificio construido hacia 1890 por el arquitecto Edwin Merry para la familia Ortíz Basualdo.
En 1910 el local fue vendido a la firma Gath y Chávez que lo utilizó como tienda y a partir de 1954 comenzó a funcionar como café. La historia de la segunda mitad del siglo XX transcurrió delante de sus ventanales.
Inaugurado en 1954, este Bar Notable del Casco Histórico de la Ciudad fue refugio de poetas, artistas y políticos, que en la segunda mitad del siglo XX transitaban desde el Palacio Municipal (sede del Poder Ejecutivo hasta 2015) hasta el edificio del entonces Consejo Deliberante (hoy, Legislatura de la Ciudad). También era lugar de encuentro de los periodistas que entraban y salían del edificio del diario La Prensa (hoy, Casa de la Cultura). El escritor Julio Cortázar solía sentarse en sus mesas. Precisamente fue allí donde escribió la novela “Los Premios” (1960) y convirtió a la London en escenario de la trama.
Al estar ubicado en la estratégica esquina de Av. de Mayo y Perú, a pocos pasos de la Plaza de Mayo, es uno de los cafés más emblemáticos de la Ciudad.

Av. de Mayo 599 - Perú 30 (CP1084). Bs As. Argentina








Fue uno de los tantos ilustres concurrentes a la Confitería London City. Precisamente su novela “Los Premios” (1960) fue planeada y redactada en alguna de sus mesas, sirviendo a la vez de lugtar central en la trama de la obra.


















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EL FEDERAL

El Federal es el bar y restaurante más antiguo en funcionamiento de la Ciudad de Buenos Aires. Se encuentra en Carlos Calvo 599, esquina Perú, en el viejo barrio de San Telmo.

Inaugurado en 1864 como almacén, más tarde se instaló en el actual edificio de dos plantas de estilo italianizante, construido a fines del siglo XIX. Los interiores se mantienen originales de comienzos del siglo XX, y el café es elegido tanto por los porteños como por una gran cantidad de turistas que visitan el casco histórico de Buenos Aires.

Interior.
Por Resolución de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires N° 520/2004 del 25 de noviembre de 2004 fue declarado "Sitio de Interés Cultural" «por ser testigo de una época y del barrio de San Telmo»
En la esquina de Perú y Carlos Calvo, corazón de San Telmo, funciona el café-bar El Federal. Anteriormente lo hizo como almacén con despacho de bebidas, clásica tipología comercial porteña de fines del siglo XIX y principios del XX.
Los dos salones que conforman El Federal, con un mobiliario tradicional, poseen una interesante exposición porteña, que incluye viejas publicidades, fotografías de los años 20 y 30. Objetos que movilizan nuestra memoria como antiguos triciclos, añejas botellas de aperitivos, sifones de vidrio de color con cabeza metálica y pinturas relacionadas con personajes de la música ciudadana (como el incomparable Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero, Homero Manzi, Osvaldo Pugliese y Héctor “Chupita” Stamponi, por ejemplo) determinan su cálido espíritu, que se refuerza con la buena atención de su plantel de mozos y mozas.
La barra baja, que protagoniza el primer salón, permite comer sentado muy cómodamente las especialidades de la casa (picadas, tortillas, lomos y sándwiches especiales, ravioles caseros de pavita o strudel)























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CAFE CORTARAZ

Buenos Aires da la bienvenida al primer café inspirado en la temática de Julio Cortázar. La vida la obra del escritor inundarán la temática del bar, el cual propone actividades y espacios para conocer al genio siempre acompañado de una propuesta gastronómica que no tiene pinta de ir a decepcionar. Las paredes están cubiertas de sus libros, citas, frases y fotos; pero, sin duda, la biblioteca con todos sus libros disponibles para degustarlos junto con todos los productos de la carta son lo que se antoja más apetitoso.

“El equipo que estaba atrás del Cortázar estaba buscando una esquina –cuenta Romina Metti, una de las responsables de la comunicación, el contenido y la gestión cultural del bar–. Sabían que querían que fuera un café literario, aunque no tenían todavía definida la figura. Haciendo el recorrido entre los escritores argentinos, llegaron a Cortázar. Siempre la gente pregunta por qué Cortázar y no Borges. Y siempre damos un poco la misma respuesta que tiene que ver con la cercanía del personaje. No son comparables, la obra de los dos es increíble, pero Cortázar tenía una cercanía con la gente que es distinta, tenía otro nivel de empatía. Siempre decimos, un poco en serio un poco en chiste, que esta es una esquina en la que Julio podría haber estado. O sea que de pronto, si él viviera en este siglo, podrías encontrártelo tomando un café acá. Y también porque es muy generoso en su literatura, tenés todo: ensayo, cuento, novela, escrito político, su correspondencia, que es básicamente como una biografía abierta. Es inagotable el personaje. Esa fue un poco la búsqueda también”.
Ante la inminente apertura del café, en 2015, los iniciadores de este proyecto fueron a conocer la última casa donde vivió el escritor con su madre y su hermana cuando habitaba tierras porteñas, en la calle Artigas del barrio Rawson, donde pasó su juventud. Por esos días también dieron con Bernardo Cornejo, un joven fotógrafo, amigo de los dueños actuales del departamento, que vivió dos años allí. Durmió en la misma habitación en la que dormía Cortázar cuando volvía a Buenos Aires, veía el mismo paisaje que aquel veía desde la ventana y sacándole el jugo al lugar en el que lo había puesto el destino, hizo una producción de fotos del interior de la casa, del edificio y del barrio en general, que pensaba presentar en el Centro Cultural Borges. Cuando los impulsores del Café se enteraron, lo contactaron, le contaron de su apertura y él decidió que era más adecuado presentar su muestra en un lugar que se llamaría “Cafe Cortázar” en vez de Borges. Esa fue la exposición de apertura que inició, junto con el bar, en diciembre de 2015 y estuvo montada entre tres y cuatros meses. Para la inauguración también llevaron a diferentes personalidades que tuvieron algún vínculo con Cortázar. Por ejemplo Horacio Spinetto, que es arquitecto, pintor y dibujante, e hizo el logotipo del café que está inspirado en la famosa foto de Sara Facio.

Desde esa primera apertura de puertas, el Café Cortázar no fue solo un lugar donde ir a desayunar, almorzar, merendar o cenar, sino un espacio que ofrece constantemente propuestas culturales relacionadas con quien inspiró el proyecto. En el primer piso pueden visitarse diferentes muestras que rotan cada tres meses, se puede asistir a los talleres que tienen lugar en ese espacio rodeado del mundo del padre de las rayuelas o simplemente ir a tomar un café y disfrutar de alguna de sus obras disponibles en la biblioteca. Un punto importante es recordar devolverlas. Los textos se ofrecen para su consulta y disfrute pero no son souvenirs. En este espacio pueden encontrarse los cuentos completos, Rayuela, sus cartas y todos los títulos clásicos, además de otros libros inéditos o difíciles de encontrar.

Entre las diferentes actividades que se realizan en el Cortázar destacan los talleres, que siempre intentan cruzar al escritor con alguna disciplina como cine o fotografía. De todos modos, los que han tenido más éxito y debieron repetirse a pedido del público han sido los referidos a Rayuela.

También se han realizado microtalleres para niños, proyecciones de documentales y fragmentos de Cortázar, hablando sobre diferentes temas.

“Uno espectacular que proyectamos fue Esto lo estoy tocando mañana, que en 2014 se presentó en la Usina del Arte. Es un documental sobre Cortázar y la música, y entrevistan a un montón de músicos que eran amigos de él o con los que hizo algo. Y también trajimos a las directoras que estuvieron hablado con la gente. Él siempre dijo que nació y le tocó la maldición de ser escritor, pero si no, hubiese querido ser músico. Su literatura, de hecho, es muy musical también, su escritura tiene una estética muy musical”.

El espacio también cuenta con un asesor de lujo: Lucio Aquilanti, el mayor coleccionista de la obra de Cortázar en el mundo. Durante 30 años se dedicó a buscar, investigar y documentar todo lo hecho por el escritor y plasmó eso en un libro que registra desde lo más pequeño hasta lo más grande. Ese trabajo también está en la biblioteca del Café. Aquilanti decidió donar toda su colección de Cortázar al tesoro de la Biblioteca Nacional, para que los investigadores pueden tener acceso a ese material.

Así, este lugar recibe tanto a los que buscan un sitio para leer, trabajar, estudiar, escribir, festejar un cumpleaños, hasta escuelas que quieren conocer más sobre el escritor y van a realizar actividades, incluyendo a un grupo de jugadores de backgammon, de entre 60 y 70 años, que todos los martes a la noche se reúne a disfrutar de una partida.
Dirección: C1186AAS, José A. Cabrera 3797 C1186AAS, C1186 Buenos Aires, Argentina

"Andábamos sin buscarnos,
pero sabiendo que
andábamos para
encontrarnos."














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 CONFITERÍA LA IDEAL© 

Café, Restaurant y Bar Notable




Un salón majestuoso desde 1912, Suipacha 384, CABA
La Confitería Ideal (o conocida simplemente como La Ideal) es un bar notable ubicada en la calle Suipacha 384 en el microcentro de la ciudad de Buenos Aires. Es reconocida por su decoración interior, recargada y muy bien conservada, que data de la década de 1910.1​

Funciona desde 1912 en el local de original de la mencionada calle Suipacha, un edificio de dos plantas diseñado por el ingeniero C. F. González por pedido de su fundador Manuel Rosendo Fernández, un comerciante oriundo de Galicia
Fue fundada en 1912 por el inmigrante español Manuel Rosendo Fernández quien realizó una inversión millonaria para crear un restaurante y confitería. Considerada un «Café Notable», comparte esta distinción con otros icónicos establecimientos de la ciudad y fue la reconocida como uno de los mejores emprendimientos gastronómico de buena parte de las primeras décadas del XX.

En uno de los pisos funcionó una de las primeras fábricas de helados de Buenos Aires. Sus descendientes siguieron al frente del lugar, aunque tiempo después decidieron cerrar casi el primer piso para convertirlo en un salón para milongas en la década del 1970. Fue experimentado una transformación a lo largo de los años, siendo punto de encuentro de la alta sociedad porteña, salón de tango, preferido por presidentes políticos, e incluso escenario de fiestas de música electrónica.

A pesar de su prestigio inicial, la calidad se deterioró y los descendientes de Rosendo Fernández la vendieron en 2016. Sus nuevos dueños la cerraron en 2017 para hacerle importantes trabajos de restauración.4​ El estudio de arquitectura Pereiro, Cerrotti & Asociados fue el encargado de la puesta en valor, reabriendo con éxito el 16 de noviembre de 2022El local fue realizado con materiales y elementos importados de Europa: arañas francesas, sillones checoslovacos, vitrales italianos, boiserie de roble de Eslavonia tallada artesanalmente, mármoles para las escaleras, cristal biselado para las vitrinas, bronces, hierro negro, etc
Una joya arquitectónica de comienzos del siglo XX que fue puesta en valor gracias al trabajo minucioso de años.
Fue fundada en 1912 pero cerró sus puertas en 2017. Desde entonces y hasta noviembre de 2022, los más de dos mil metros cuadrados del edificio fueron puestos en valor y se recuperó su patrimonio histórico, gracias a un equipo de especialistas en bronce, madera, estuco, dorado a la hoja y vitrales.
Su arquitectura es todo un símbolo de la Belle Époque. Te va a sorprender la centenaria cúpula, compuesta por 60 paneles de vitrales y una moldura elaborada con cartapesta.

Las arañas y los apliques son originales, y en la restauración fueron bajadas y pulidas. También se desarmaron y renovaron los ascensores, se acondicionó la Bombonera del primer piso y los vitraux.
Todo lo que consumas o compres en La Ideal es de elaboración propia:  tiene su propia panadería, cocina, pastelería y bombonería. El edificio incluso cuenta con una lavandería.
Es un lugar muy especial de la Ciudad, para sentarse a comer o a tomar un rico desayuno o merienda. También podés comprar en la panadería, la bombonería y la sandwichería.  Un verdadero viaje a la antigua Buenos Aires.
Datos con historia
El dueño original de Confitería La Ideal fue Manuel Rosendo Fernández, un inmigrante español que planeó cada detalle de este restaurante y confitería, con todos los lujos de principios del siglo XX.
Se dice que aquí funcionó la primera fábrica de helados de la Ciudad.
En la década del ’70, el primer piso se convirtió en un salón para milongas.
¿Querés saber algunos de los nombres más célebres que se sentaron en sus mesas? Desde Hipólito Irigoyen y Arturo Frondizi, hasta Jorge Luis Borges o Carlos Gardel, y Yoko Ono y Allan Parker.  quedó deslumbrado con La Ideal, por eso decidió filmar allí escenas de la película Evita.  
















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LA BIELA




En 1850 fue inaugurado pero recién en 1950 adoptó su nombre actual aprovechando el auge del automovilismo y sirviendo de punto de reunión de grandes corredores de la época como Juan Manuel Fangio. Entre los visitantes ilustres se encuentran los Reyes de España, presidentes de distintos países, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Serrat, Sabina, diversos futbolistas y corredores de autos.

Si bien cuenta con una amplia oferta gastronómica, muchos de sus clientes llegan para disfrutar de un café y una charla.
La Biela, es un café bar de los más tradicionales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), ubicado en Junín y Av. Quintana, una de las esquinas más bellas del barrio de la Recoleta, a cien metros de la Iglesia del Pilar y del Cementerio en el que descansan 21 presidentes del país. Se trata de un Bar Notable protegido por la Legislatura Porteña por haber sido punto de encuentro de grandes músicos y escritores, lugar de debates y tertulias de actores, deportistas y políticos. La Biela es parte del patrimonio cultural de la Ciudad y un ritual imperdible para incluir en el itinerario de los viajeros y viajeras - y por qué no, los mismos habitantes de Buenos Aires- para este fin de semana extra largo.

Disfrutar del clásico café de La Biela, sus platos típicos y recorrer las atracciones del Barrio porteño de la Recoleta, es una vivencia única e irrepetible, que toda persona que pase por Ciudad Autónoma de Buenos Aires se merece hacer. Mucho más, cuando durante esa experiencia, se puede conocer la atrapante historia del café narrada por uno de sus dueños, Carlos Gutiérrez, un español que adquirió el café en 1966.


+ CÓMO ES EL BAR LA BIELA
Fachada del Bar La Biela, Recoleta, Buenos AiresLa Biela cuenta con lugar suficiente para albergar 400 personas pero como el espacio entre las mesas es amplio podremos estar cómodos.

En la decoración de las paredes abundan distintas partes de vehículos como parrillas, faros, bocinas y obviamente bielas. También hay fotos blanco y negro de grandes campeones del automovilismo. El interior es sobrio, tiene una gran barra y si nos sentamos en las mesas que dan a los ventanales podremos ver el Cementerio de la Recoleta y la Iglesia Nuestra Señora del Pilar.

Una de las mesas recuerda los encuentros que tenían dos grandes los escritores argentinos: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. En el exterior también hay mesas y es ideal para los días de primavera o verano porque se encuentran bajo la sombra de un árbol de más de 200 años.















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EL HIPOPOTAMO






El Hipopótamo

La esquina noroeste de Brasil y Defensa presenta un edificio de tres pisos levantado cuando apenas iniciaba su historia el siglo XX. Desde las vísperas del Centenario de la Revolución de Mayo, es decir desde 1909, en el local de Brasil 401 siempre existió un café, originalmente llamado La Estrella del Sur con la tipología almacén y despacho de bebidas.

El Hipopótamo brinda, desde una ubicación estratégica en el barrio de San Telmo, su cordialidad y buen servicio. Pizzetas, sándwiches especiales, picadas y panqueques de dulce de leche o de manzana son algunas de las tentaciones de la casa.

El interior del bar  mantiene cierta penumbra, donde se destacan como acentos de color diferentes carteles enlozados: Aperitivo Campari (azul, amarillo blanco), “Prefiera una Gardini, la mejor máquina para coser y bordar” (rojo y amarillo) y “Cigarrillos 43. Libres de todo trust” (azul, rojo y blanco).

En este ámbito se filmaron algunas escenas de las películas Despabílate amor de Eliseo Subiela, y Las cosas del querer II dirigida por Jaime Chavarri, con la participación de Ángela Molina, Manuel Bandera y Darío Grandinetti, entre otras figuras.

Sentado en una de las mesas de El Hipopótamo se puede descubrir al realizador Juan José Campanella, así como también estuvieron Tita Merello, Ernesto Sabato, Osvaldo Soriano, Ulises Dumont y tantos más.
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LA POESIA
Originalmente creado para ser un espacio de encuentro para artistas e intelectuales, Café La Poesía mantiene su tradición de esquina inspiradora. Fue declarado Notable por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y Sitio de Interés Cultural por la Legislatura Porteña.
Fue fundado por el poeta, escritor y periodista Rubén Derlis, intelectual de la Generación del 60’ que narra los avatares del treintañero local en Esquina de encuentro. Uno de sus míticos parroquianos fue el poeta y letrista de tango Horacio Ferrer, que conoció allí a la artista plástica Lucía Michelli. Reducto de notables escritores, músicos y artistas, fue amadrinado por la cantante Marikena Monti. Entre las reliquias del Café se encuentran el mural de Juan Manuel Sánchez, la galería con 120 retratos de maestros de las letras argentinas, el piano de principios del siglo XX, la chopera de bronce, las chapas con recordatorios en las mesas, el mostrador de madera y las colecciones de antigüedades, latas, botellas y sifones.
El Café La Poesía es un café literario y uno de los Bares Notables de la ciudad. Fue fundado por el poeta, escritor y periodista Rubén Derlis.
La Poesía siempre fue un espacio de notables escritores, músicos y artistas, como el poeta y letrista de tango Horacio Ferrer, compositor del famoso tango “Balada para un loco” junto a Astor Piazzolla.
Al ingresar a este bar notable se puede observar su decoración de interior característica y el homenaje a ilustres personalidades de la literatura y el arte, a través de retratos que cuelgan encima de las mesas rústicas y del mostrador.
Entre las reliquias del café se encuentra una galería con 120 retratos de maestros de las letras argentinas.































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Museo Fotográfico Simik





El Museo Fotográfico Simik se encuentra dentro del bar "Palacio", en la Avenida Federico Lacroze 3901 (esquina con calle Fraga), en el barrio de Chacarita, en Buenos Aires, Argentina.
Sus objetivos son la preservación del patrimonio fotográfico de la ciudad de Buenos Aires y la organización de actividades relacionadas con la historia y la difusión de las expresiones artísticas a través de las cámaras fotográficas.
El museo está instalado dentro de un bar con la idea de que cualquier persona pueda conocer el origen y el desarrollo de la fotografía y sus instrumentos. Es privado y gratuito, no es necesario consumir nada para visitarlo.
El museo fue declarado de Interés Cultural por la Legislatura de La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tanto en 2005, por sus aportes a la conservación del patrimonio de la ciudad, como en 2012, por a las actividades culturales que en él se realizan.
Desde 2011 se considera al bar Palacio que lo alberga un bar notable de la Ciudad de Buenos Aires.

Historia
Interior del bar-museo
Cada mesa es a su vez una pequeña vitrina.
Antigua cámara con fuelle de 1,6 m.
Se disfruta tanto del bar como de los elementos fotográficos en exposición.
Alejandro Simik se interesó por la fotografía cuando era bombero y solía acompañar al fotógrafo que hacía las pericias de los incendios. Entonces se decidió a hacer un curso en la Asociación de Fotógrafos Profesionales y comenzó a hurgar en ferias y viejos armarios de familiares y amigos en busca de antiguas cámaras fotográficas.1​
Aprovechó un bar del cual era propietario, en la esquina de las avenidas Federico Lacroze y Fraga, (Lacroze 3901), en el barrio de la Chacarita, para fundar en 2001, el "Museo Fotográfico Simik". Según sus propias palabras, esto en parte lo hizo para combatir la depresión de aquel año de profunda crisis económica y política en la Argentina:
El Museo comenzó a funcionar en febrero de 2002 en un local del bar. El principal objetivo del mismo es la transmisión didáctica, visual y técnica de la evolución de la fotografía y las cámaras fotográficas desde sus inicios. Cualquiera puede, en forma libre y gratuita, disfrutar de él.
En octubre del 2005 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró sitio de interés cultural por sus aportes realizados a la preservación del patrimonio nacional, y nuevamente en 2012, por sus aportes a la conservación del patrimonio de la ciudad.
Por otra parte, desde 2011, al bar "Palacio" que lo alberga se lo declaró bar notable de la Ciudad de Buenos Aires.
La idea de instalar el museo dentro del bar surgió con el objetivo de que cualquiera pueda conocer el origen y el desarrollo de las cámaras fotográficas. No es necesario abonar entrada o tomar un café para visitar el lugar. El museo casi no produce más gastos que el de mantener las muchas vitrinas adosadas a sus paredes.
En el lado exterior de la puerta de ingreso principal, una estatua personifica a un fotógrafo antiguo, con su vieja cámara, que invita a entrar.
En el interior de este bar-museo se hallan muy diversos objetos relacionados con la historia de la fotografía, de gran valor histórico y emotivo. La colección comprende más de 4.000 fotografías, que por cuestiones de espacio se van rotando y exhibiendo en diferentes oportunidades, por época o tema.2​
Hay, por ejemplo, un visor de imágenes estereoscópicas, hecho en Francia en 1893, que permite contener 220 vistas de vidrio o papel. También hay más de 600 antiguas cámaras de galería y de cajón; de estudio y con ruedas para hacerlas portátiles, utilizadas entre 1870 y 1950. La más antiguas son de madera, con fuelle y objetivo de bronce. Además se exhiben daguerrotipos norteamericanos y argentinos, y también ambrotipos y ferrotipos de diversos orígenes.1​2​
El Museo cuenta con un estudio fotográfico con elementos de última generación, en el que se puede trabajar con cámaras de formato grande (placa de 10 por 12), medio, en sus diversas variantes, y también en digital.
El "Bar Palacio", posee servicio de cafetería y una carta sencilla, internet gratuito y computadoras de acceso libre.









































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LAS VIOLETAS

La Confitería Las Violetas es un tradicional bar, restaurante y confitería ubicado en la esquina en que se cruzan las avenidas Rivadavia y Medrano, en el barrio de Almagro, Ciudad de Buenos Aires.
Fue inaugurada el 21 de septiembre de 1884 por los señores Felman y Rodríguez Acal y posteriormente remodelada en la década de 1920, luciendo vidrieras y puertas de vidrios curvos, vitrales y pisos de mármol italiano. La propiedad fue rematada en 1933 y pasó a manos de Mateo Figallo y su familia.

Se afirma que su nombre proviene de los canteros con violetas que decoraban su frente. Fue siempre una confitería de lujo, que contrastaba con la pulpería que estaba en la esquina en diagonal. En sus primeras épocas se llegaba tomando el tren en la estación Del Parque, que se levantaba en el solar donde hoy día está el Teatro Colón, y se bajaba en la estación Almagro, a una cuadra de la confitería. O se podía tomar un tranvía a caballo que recorría Rivadavia.

Con respecto a sus emblemáticos vitrales, incorrectamente suele decirse que son de Francia, pero en realidad sólo los materiales son de allí. La planificación y el armado se hicieron sobre la base de bocetos en acuarelas y tinta china de un escenógrafo diseñador en un taller que quedaba en Buenos Aires, en la calle Piedras N° 1019, los que fueron colocados en el año 1928. Dichos bocetos, que se conservaron, se confeccionaron de acuerdo con el arquitecto que tuvo a cargo la remodelación del local. La persona a cargo de hacer los vitrales fue Antonio Estruch, quien ya tenía la experiencia de haberlos hecho para el Café Tortoni (el hijo y el nieto, también llamados "Antonio", siguieron trabajando en el mismo rubro, y desde 1987 ocuparon el local de Solís 263)




















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SAN ANTOINIO DE ARECO

LAS PULPERIAS, ALMACENES , BARES 

Los gauchos, ¿dónde se reúnen para tomar algo?

Pulperías, boliches, almacenes de ramos generales y bares son todos lugares anclados en las tradiciones de Argentina, pero que tienen orígenes y funciones muy distintas.

Al principio, la pulpería ...


La época de las primeras pulperías sigue siendo imprecisa, aunque los historiadores ubican la construcción del primero de estos establecimientos en el siglo XVI. Originalmente, era un local comercial típico de las diferentes regiones hispanoamericanas, desde América Central hasta el Cono Sur, que proporcionaba a los clientes de las clases sociales bajas y medias productos indispensables de la vida cotidiana. Alimentos, bebidas, medicinas, carbón, telas … Allí se hacía negocio, pero no solamente. Los habitantes también tenían la costumbre de reunirse en las pulperías para charlar, tomar una copa mirando peleas de gallos, jugar a los dados o naipes y enterarse de las novedades… Mesas y sillas estaban siempre disponibles para los habitantes, que disfrutaban de este lugar como un verdadero punto de encuentro.

El origen de la palabra pulpería sigue siendo impreciso, hoy nadie puede afirmar con exactitud cuál es la hipótesis correcta. Algunos dicen que deriva de pulpo porque en las primeras pulperías se solía servir este animal, especialmente pulpo a la gallega. Para otros, la razón es obvia: pulpa de fruta era vendida allí. Según otra teoría, la palabra proviene de una bebida mexicana, el pulque, un alcohol elaborado con hojas de maguey.

En Argentina, estos establecimientos fueron una expresión vibrante de la cultura local. En el caso de la región del Río de la Plata, siempre había una o dos guitarras, por lo que los gauchos podían tocar música y cantar. A menudo había bailes y payadas entre los parroquianos. Se estima que para 1810 había más de 500 pulperías en la provincia de Buenos Aires.


En 1820, el naturalista francés Auguste de Saint-Hilaire, describe las pulperías en estos términos: “Es allí donde los indios y los mestizos pasan la mitad de su vida, dejando el poco dinero que ganan”.

Charles Darwin, quien pasó dos meses en la región, escribió en 1832: “Un gran número de gauchos acude allí por la noche a beber licores espirituosos y a fumar. Su apariencia es chocante; son por lo general altos y guapos, pero tienen impreso en su rostro todos los signos de la altivez y del desenfreno… Tanto nos hacen un gracioso saludo como se hallan dispuestos a acuchillarnos si se presenta la ocasión”.

Hoy en día, las pulperías de antaño no se ven más en Argentina. Sin embargo, en algunos pueblos tradicionales como San Antonio de Areco, deseosos de preservar las tradiciones gauchescas, es posible descubrir lugares similares, decorados al estilo de estos antiguos edificios. Este es particularmente el caso de la Pulpería La Blanqueada, construida en el siglo XIX, y que hoy forma parte del Museo gauchesco Ricardo Güiraldes.

... luego el Almacén de Ramos Generales, el boliche y el bar.

A principios del siglo XX, el término pulpería cae en desuso en ciertas partes de América. En Argentina, las pulperías son reemplazadas poco a poco por establecimientos que tienen funciones más precisas: los almacenes de ramos generales y los boliches.

Los almacenes de ramos generales  (o despensas) cumplen entonces el papel de tienda de abarrotes vendiendo alimentos en todas sus formas, pero también de ferretería, talabartería, bazar, etc. En algunos casos, incluso hay maquinaria agrícola, materiales de construcción, ropa, armas, muebles, molinos de viento, tranqueras y otros artículos para actividades rurales y domésticas. Casi todos también ofrecen bebidas en el mostrador y algunos complementan sus artículos con anexos de carnicería y panadería.

Los boliches, por su parte, son establecimientos que han heredado la parte de entretenimiento de las pulperías: vamos allí para escuchar música y especialmente bailar. Incluso hoy en día, el término es ampliamente utilizado en Argentina. Sin embargo, el origen de la palabra es antiguo y se remonta a la época colonial. De hecho, en la época de los virreinatos españoles, no era raro ver canchas de bochas al costado de las pulperías. Como se apostaba dinero, el pulpero sabía que los clientes celebrarían sus victorias y gastarían sus ganancias en su casa. En este juego, se comienza lanzando una pequeña bocha que luego se toma como objetivo. El ganador es el que logra lanzar su bocha lo más cerca posible de la pequeña, llamado bochín o boliche. La expresión sudamericana “arrimar el bochín” finalmente se desvió hacia la acción de acercarse a una mujer con intenciones seductoras. ¡La discoteca local había nacido!

Finalmente, mucho más tarde, con el desarrollo de las zonas urbanas, llegaron los bares como los conocemos.

¿Dónde tomar una copa hoy en San Antonio de Areco?

En San Antonio de Areco, algunos bares y restaurantes todavía utilizan las denominaciones de antaño. Aquí está una lista de nuestros mejores lugares para comer y beber :

- Restaurante El Almacén de Ramos Generales (Zapiola 143)

- Bar San Martín (Moreno y Alvear)

- Boliche de Bessonart (Segundo Sombra y Zapiola)

- El Mitre (Mitre y Alsina)

- El Tokio (Mitre y Arellano)

- El Balthazar (Arellano y Mitre)

- Pulpería Lo de Tito (Matheu 411)

- La Pulpería de Areco (Bolivar 66)

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BOLICHE DE BESSONART

En la esquina de las calles Don Segundo Sombra y Zapiola levanta sus paredes descascaradas una casa de altos. Esta esquina tiene muchos años de construida. En el almacén de comestibles y bebidas, solían encontrarse los paisanos y la gente de campo que venían al pueblo para proveerse y hacer diligencias a la casa cerealista, la tienda, el médico, el banco. Allí «paraba» Don Segundo Ramírez, el gaucho que después fue personaje de la novela de Ricardo Güiraldes. Hoy en día continúa siendo lugar de encuentro y tiene una larga historia de personajes típicos de los pueblos de campo.

El Boliche de Bessonart, bar histórico de San Antonio de Areco

El Boliche de Bessonart tiene más de 200 años. De perfil inclinado como la Torre de Pisa - desde afuera puede verse la curvatura de la pared -, su revoque de época, su techo original y sus dos salones resisten el paso del tiempo.

Ginebra, caña, vino de damajuana o cerveza de litro. Como a principios de siglo, parroquianos y también turistas, llegan desde la mañana para clavarse un trago y seguir con el trajín diario, que puede ser campero y exigido, o el de ver pasar la vida frente a un mostrador o una mesa con amigos de siempre. Sólo unos pocos toman café.

El Boliche de Bessonart resiste con toda la escenografía intacta de paisanos acodados en la barra frente a estanterías de época con botellas prehistóricas y heladeras de madera ¡qué andan!

Según el horario llegan parroquianos o familias a comer la picada criolla con queso de campo, salame y jamón crudo, o las empanadas. El Fernet con Pepsi es distintivo, casi una marca registrada. Se sirve más de la mitad de la gaseosa de botella de vidrio en el vaso de trago largo y el resto de ésta se rellena con Fernet que tiene que ser Branca. Entonces se mezcla el líquido de la botella y se sirve un poco del cóctel. Y después otro. “Al final son casi dos vasos”, se ufana Augusto Bessonart, el dueño del lugar.

Por la tarde, los turistas toman mate cocido con pastelitos o alfajores de la chocolatería arequense La Olla de Cobre; los fines de semana por la noche llegan los jóvenes. Lugar de culto, nadie que pase por Areco puede dejar de conocer lo de Bessonart, donde Augusto y su hermana atienden con calidez y hospitalidad sincera. ¡En los días de desfile, los gauchos llegan a caballo para tomar una copa!



















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EL TOKIO

La esquina de Arellano y Mitre es una de las más emblemáticas y tradicionales de San Antonio de Areco.

A principios del siglo XX funcionó allí la tienda La Favorita, de Ángel Rafael Alonso, un comerciante español que desde muy chico se radicó en la Argentina y que fue Intendente municipal en 1928, lapso en que realizó trabajos de forestación en la costanera del Río Areco, desde el Puente Viejo hasta la calle Alsina, razón por la cual ese parque lleva su nombre a partir de 1948.

Ya en la década de 1920 la familia Arrondo abrió en ese lugar el Bar Tokio que mantuvo la puerta de ingreso principal por la ochava.

El  establecimiento fue cambiando de dueños hasta que en 1941 la sociedad comercial que conformaron Teófilo Domínguez, el padre de Tito el primer Intendente de la recuperación de la democracia, y Felipe Hernández, el abuelo materno de Emilio Barletti, reformó por completo la antigua casa y bajo el diseño del arquitecto Ernesto Pellicciotta le dieron un aspecto renovado y moderno al nuevo edificio del Bar Tokio.

El frente exterior ofrece todavía hoy un estilo arquitectónico colonial modernizado, con amplios ventanales que permiten observar el movimiento de la calle y tener una singular perspectiva de la Plaza Ruiz de Arellano.

En el salón interior, tal como lo hacían en  las grandes confiterías de la Capital Federal y de Rosario en aquel entonces, se instaló una gran heladera equipada para fabricar helados a la vista del público, una máquina para preparar café y una radio vitrola. También se reservó un espacio para reuniones familiares y fiestas separado del bar, donde cotidianamente se reunían muchos parroquianos, por cuatro grandes vitrinas. Además, durante mucho tiempo esa esquina fue la parada de colectivos de media y larga distancia.

Más tarde Felipe Hernández, que falleció en febrero de 1965, se hizo cargo del Hotel Mitre y Teófilo Domínguez se mudó al barrio de Once, donde funcionaba la antigua terminal de ómnibus, para seguir trabajando en el rubro gastronómico.

Con el paso de los años el Tokio fue cambiando de dueños y por allí pasaron, entre otros apellidos muy conocidos en el acervo popular, Blanco, Giampierto, Caríssimo y  la señora Lafonte, la madre del ex futbolística Gabriel Ojeda que en 1998 murió en un accidente de tránsito, hasta que la confitería cerró sus puertas por más de una década larga.

Finalmente, en los primeros años del siglo XXI, mediante una fuerte inversión económica, El Tokio volvió a abrir sus puertas y más allá de las reformas que se llevaron a cabo, sobre todo en el interior del edificio, se conservó casi con total fidelidad el frente construido en 1941. Inclusive, aportando un delicado y sutil detalle histórico que pocos conocen, se volvió a colocar una placa muy vieja, que originalmente se descubrió en junio de 1921 en el marco de un homenaje que la Municipalidad organizó para conmemorar el centenario del nacimiento de Bartolomé Mitre.

El Tokio, Historia y Sabores, sus cimientos reflejan la construcción de la época de los años 1700, arranca su camino comercial allá por el 1903.

Hasta el año 1980, el lugar se transformó en un motivo  de reunión de los Nativos y visitantes del Pueblo, sus delicias y  sus helados acompañaban el reencuentro.

En la Esquina del Tokio se encontraba la Parada del Único Colectivo, en San Antonio de Areco, motivo suficiente para la concurrencia de pasajeros.

Los domingos, luego de Misa, se transformaba la cuadra,  desde El Tokio hasta la esquina del Hotel Mitre, los presentes caminaban, de una esquina a la otra, en lo que se llamaba, La Petit, ya que era una distancia corta.

Luego de 29 años de permanecer cerrado, vuelve su reapertura en el año 2009.


















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Almacén de Ramos Generales


Almacén de Ramos Generales se encuentra instalado en una vieja casa construída en 1850, totalmente reciclada, de 150 años de antigüedad, que perteneció a José Venancio Castex y Ana Mercado.

Su decoración única, con objetos de tradición gaucha, antigüedades y un sutil toque europeo, crea un ambiente ideal para disfrutar de una comida con sus amigos o familiares.

De día, el sol entra plenamente por nuestras ventanas y nuestro pequeño patio colonial, haciéndonos disfrutar un almuerzo perfecto a pleno sol. De noche, una cuidada iluminación, crea ambientes cálidos en cada uno de los rincones. Escoja el suyo y disfrute con nosotros una velada inolvidable.

Sin lugar a dudas uno de los mejores sitios para comer en San Antonio de Areco, con una gran variedad de platos, y una muy buena atención y servicio sin duda es un lugar para volver.

Reservas solo telefonicamente al 2326-41-4786   Zapiola 143 (entre Lavalle y Sdo. Sombra) - San Antonio de Areco    info@ramosgeneralesareco.com.ar

Abierto todos los días de 12 a 16 hs. y de 20 a 24 hs
















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 El Balthazar 

Situado en el mismo centro  en la Plaza Ruiz De Arellano - San Antonio de Areco, es un bar que hay que tomarse un trago ambiente acogedor buen servicio, decoración rustica antigua y con muchos objetos de antaño, hay que visitarlo, si puedes


















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EL MITRE

 Bar Historico Restaurante
Ubicado en una esquina de la plaza Plaza Ruiz De Arellano, que es la plaza principal de San Antonio de Areco
🕑Miércoles a Domingos de 18:30 a 2 am
































ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" 

SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA






Fundado en 1918, el ALMACÉN Y BAR mas antiguo de la localidad de San Antonio de Areco (Prov. Buenos Aires, Argentina)


ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA

Almacén Los Principios San Antonio de Areco pulperia almacen historico

ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA 
Entrar en el "Almacén Los Principios" en San Antonio de Areco es como hacer un viaje al pasado, un regreso a las raíces más profundas de las tradiciones argentinas. Este emblemático almacén, situado en San Antonio de Areco, uno de los pueblos más representativos de la provincia de Buenos Aires y cuna de la tradición gaucha, te transporta a una época en la que los valores, las costumbres y la vida cotidiana de los habitantes del campo argentino se mantenían intactos. Desde el momento en que cruzas su puerta, te encuentras rodeado de historia, autenticidad y un encanto que parece haberse detenido en el tiempo.

Un Alma Tradicional en el Corazón de Areco

El Almacén Los Principios es mucho más que un simple comercio; es una institución cultural en San Antonio de Areco. Fundado hace más de un siglo, este almacén de campo ha sido testigo de generaciones de familias, de cambios en la sociedad y de la evolución de un pueblo que se mantiene fiel a sus raíces. En su interior, se respira la autenticidad de un lugar que guarda celosamente las tradiciones más ancestrales de la región.
 Al ingresar, es como si el tiempo se hubiera detenido. Las estanterías de madera, los productos a granel, las botellas de vidrio y los embutidos caseros te reciben con una mezcla de nostalgia y calidez. La decoración, con sus objetos antiguos y el mobiliario de época, conserva el espíritu de un lugar que ha sido testigo de muchas historias, conversaciones y encuentros a lo largo de los años.

La Tradición Gaucha en Cada Rincón

San Antonio de Areco, como pocos lugares en Argentina, es el corazón de la tradición gaucha. Y el Almacén Los Principios refleja esta identidad de manera única. En sus paredes se pueden encontrar objetos que evocan la vida de los gauchos, como sillas de montar, rebenques y sombreros de cuero, además de los artesanías típicas de la región. Los productos que se venden en el almacén no solo son locales, sino también artesanales, hechos con el mismo amor y dedicación que los gauchos de antaño ponían en su trabajo.
 La sazón de la región se encuentra en cada rincón de este almacén, desde las dulce de leche caseros hasta los alfajores que parecen salidos de una receta antigua. Los productos gourmet de la región, como los quesos y embutidos artesanales, son una muestra más de la rica tradición gastronómica de San Antonio de Areco, que mantiene vivas las costumbres de la vida rural.

Una Experiencia Sensorial Completa

Visitar el Almacén Los Principios no solo es un recorrido visual; es una verdadera experiencia sensorial. El aroma a pan casero y a yerba mate te invita a quedarte, a disfrutar de un momento de tranquilidad y de conexión con las raíces argentinas. La amabilidad de los dueños y empleados, que mantienen el espíritu del lugar vivo, te hace sentir como si estuvi…
Almacén Los Principios es un lugar donde la historia de San Antonio de Areco y la cultura de los gauchos se entrelazan con la vida cotidiana. Este almacén no solo es un comercio, sino un museo vivo que conserva la esencia de una época y un estilo de vida que sigue siendo parte fundamental de la identidad de la región. Es un refugio donde los turistas, como yo, pueden sumergirse en la autenticidad de la Argentina rural.

Visitarlo es conocer más de cerca el alma de la pampa y de los gauchos, aquellos que han forjado la historia de este país con su trabajo, su coraje y su amor por la tierra. El Almacén Los Principios es, sin duda, un testimonio viviente de esa tradición, y un lugar que, al visitarlo, nos recuerda la importancia de preservar las raíces y las costumbres que definen a un pueblo.

Conclusión
Entrar en el Almacén Los Principios de San Antonio de Areco es, sin lugar a dudas, un viaje al pasado. Un viaje que nos permite conocer y sentir las tradiciones más auténticas de Argentina, especialmente aquellas relacionadas con la vida gaucha y rural. Este rincón lleno de historia y cultura es un refugio para quienes buscan experimentar la esencia más pura de la región pampeana y disfrutar de una experiencia única que conecta a todos con la riqueza cultural de uno de los pueblos más antiguos y emblemáticos de Argentina. Sin duda, una parada imprescindible para aquellos que desean descubrir la verdadera alma de la pampa.

En 1918, los hermanos Fernández, Antonio y Francisco abren el Almacén de Ramos Generales “Los Principios” en la esquina de Arellano y Mitre (actualmente la Cooperativa Agropecuaria). En 1922 se muda el almacén a su actual ubicación en la esquina Moreno y Mitre. Esquina que recibía a la gente del campo que entraba por el “Puente Viejo” o el “Puente del Medio”. Su nombre tiene que ver con la herencia familiar que consistía en una formación ética-moral. Distintas personalidades de Areco fueron clientes, entre ellos Don Segundo Sombra. Pese a que el movimiento comercial de la esquina se modificó sustancialmente, es mérito de Don Beco Fernández, propietario actual del almacén, haber podido mantener el espíritu . Este clásico lugar es casi una maquina del tiempo y ya su vista desde afuera con una casona de estilo colonial y ladrillos antiguos a la vista ilustran lo que fueron esas épocas de paisanos y gauchos. El almacen aún hoy conserva las mismas intalaciones, decoraciones y paredes que tenia en le época en la que fue inaugurado en 1922. El lugar puede visitarse sin compromiso de compra, y sus infinitas fotos son conocidas en todos lados, ya que es como una capsula del tiempo, aunque nunca esta de más llevarse alguna bebida para los paseos que quedan por hacer en esta pintoresca ciudad.
Se encuentra a muy pocas cuadras de la plaza principal de San Antonio de Areco.
Este almacén se fundó en 1918, pero en esa época estaba en otro local, para luego mudarse en 1922.
 Su dueño y descendiente del fundador es don Antonio Fernández Izaguirre.




























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Almacén Los Principios: testimonios del Areco de ayer  
 
Por Gato Mendez

En la esquina de las calles Mitre y Moreno, en la cima de la subida del Hospital Zerboni, el almacén más viejo de Areco muestra su estampa de ladrillos al aire y su fachada de estilo colonial. No es este cualquier otro bar. Aunque desde hace ya un año que sus puertas no abren al público, "Los Principios", instalado allí desde 1922, conforma una especie de museo viviente que hasta hace poco tiempo guardaba intacta las costumbres de la verdadera vida de campo, de la época de las calles de tierra y de los repartos a caballo.

Entrar a este almacén equivalía a ingresar a una máquina del tiempo y viajar a los comienzos del siglo pasado: el piso, el mostrador, las enormes estanterías y las paredes eran originales; no intentaban respetar un estilo antiguo, no incluían imitaciones de un tiempo pasado. Eran reales y permitían hacer una lectura de nuestras raíces. La mística se apoderaba del cliente o del visitante en el mismo momento en que atravesaba alguna de sus puertas de madera.

En el interior de este viejo almacén, Américo Antonio -Beco- Fernández, aguardaba silenciosamente en la esquina del mostrador mientras anotaba con lapicera algunas de sus últimas ventas en el libro de caja, similar a los cuadernos utilizados por su padre en el inicio del negocio. Metódico, paciente y respetuoso, Fernández fue el responsable de que Los Principios siguiera siendo una reliquia en donde comprar una sopa, una palangana o tomar un buen fernet pediátrico. “El sector del bar y el almacén siempre convivieron armoniosamente”, aclaraba.

¿Cuándo empieza la historia del almacén “Los Principios”?
Este lugar comenzó a funcionar en 1922. Antes estaba en la esquina donde hoy se encuentra la Cooperativa, en Arellano y Mitre. En aquel entonces, mi papÁ con uno de sus hermanos pusieron un negocio, en 1918, al que llamaron “Los Principios”. Cuatro años más tarde se mudaron a este lugar, alquilaron la propiedad durante un año y en 1923, dejaron de arrendar y compraron.

¿Cuál era la función del negocio originalmente?
Se vendía de todo, en un almacén de ramos generales, en aquel entonces, se vendía de todo: alpargatas, alambre, soga. Y también se despachaban bebidas alcohólicas.

¿A qué se debe el nombre “Los Principios”?
El nombre hace referencia a los principios morales. Lo tiene desde 1918. Parece que ahora los principios no cotizan mucho en el mercado de valores, han dejado de importar. Pero yo sigo creyendo que los principios ennoblecen los actos de los hombres.

¿Y cómo era la vida en este pueblo cuando comenzó el almacén?
Las calles eran de tierra, había postes para dejar los caballos atados afuera. Desde esta esquina hacías dos cuadras y se terminaba el pueblo. Era todo campo después. En aquel entonces la gente compraba todo en almacenes. Había otros además de este, algunos de ellos más grandes. Tenían corralón y vendían postes, varillas, alambres, cal, cemento. Eran los grandes “shopping” de aquel entonces, se vendía desde un arado hasta una hojita de afeitar. Existían varios de esos negocios muy importantes, después, poco a poco fueron cerrando todos. Este se mantiene hasta el día de hoy.

Una foto que yacía sobre la estantería del almacén lograba robarse la atención de los clientes que pasaban por allí su mirada distraída. En la imagen se lo veía a Segundo Sombra junto a otros parroquiales en el patio del local de Fernández, en una de las tantas tardes que el protagonista del libro de Ricardo Güiraldes pasó en el interior del negocio, tomando unas copas entre otros paisanos. Segundo Sombra era habitué de Los Principios.

¿Tiene idea como era este personaje?
Yo no lo conocí, cuando el murió en 1936. Yo tenía apenas 3 años. Lo que sé, lo sé por referencia de mi padre. El venía siempre desde el puesto La Lechuza.

¿Qué le ha contado su padre? ¿Cómo era Sombra?
Era un hombre simple, común, había muchos más criollos que él, por el diablo. Para mí, lo que le impactó a Güiraldes fue la estampa del tipo. Dicen los que leyeron el libro y lo conocieron a él personalmente que lo que está escrito en la historia, la estampa de él, esta exactamente descripta. Lo de las manos como galleta, todo; lo describe exactamente igual. Pero después todo salió de la cabeza de Güiraldes.

¿No era un hombre que resaltaba entre los demás?
Para nada. Hay dos etapas, para que la gente entienda bien: la de la foto -cuando estaba con vida- en que él era Segundo Ramírez, y después está la etapa de Don Segundo Sombra, luego del éxito del libro.

Su almacén era muy visitado por turistas. ¿Qué es lo que más los sorprendía?
Se quedaban realmente muy impactados con el lugar. Los turistas miraban, y a veces no gastaban nada. Venían ingleses, brasileros, españoles, de todas partes del mundo. Lo que más valoraban era la prolijidad del negocio. Desde ya que también el hecho histórico, se quedaban sorprendidos con este negocio. Yo siempre les decía que en este estilo es el único, porque es auténtico. Fue siempre igual: en 90 años la única modificación que se hizo fue la colocación de la heladera, después están las mismas estanterías y el mismo mostrador. Era el único negocio que había quedado en pie de este estilo.

¿Y cuál fue el secreto para mantenerlo durante tantos años?
Hay que tener un poco de amor propio, amor por el lugar. Yo nací acá, en la época en que el medico partero atendía en cada casa. Acá pase mi lactancia, mi infancia, mi adolescencia; acá me casé y ahora acá estoy en la cuenta regresiva (risas). Acá todo, ¿cómo no lo iba a mantener?

Las sinceras reflexiones de Fernández se apagaron de a poco. Al pie de la inmensa ventana del almacén que dejaba observar la empinada subida de la calle Moreno, Américo pronunció su último comentario, infaltable en personalidades de otro tiempo. “Hay muchas cosas que los jóvenes no saben, nosotros los viejos sabemos más, pero ya estamos desapareciendo. Pronto no van a saber nada”, dispara.

La puerta lateral se abrió luego de quitar la pesada traba de hierro, sostenida por algunos tornillos. Beco saludó desde el umbral y volvió a ingresar a “Los Principios”. Afuera, el futuro, que había llegado hace rato.

Articulo publicado en DÍAS DE ARECO  - 10/10/2019 | Historia

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LA HISTORIA CONTINUA

Me han informado de que han vuelto abrir el Almacén Los Principio con un nuevo propietario con productos selectos, desde aquí les deseo toda clase de éxitos
Pueden seguirlo desde Instagram

https://www.instagram.com/los_principios_areco/?igshid=NTdlMDg3MTY%3D


A continuacion publico un reportaje de la Nacían donde se explica la nueva vida de este querido almacén

Mariana López Rabuini y Roberto Fernández se mudaron a San Antonio de Areco y decidieron devolverle la vida a la histórica pulpería Los Principios


SAN ANTONIO DE ARECO.– “No queremos cambiar nada, buscamos que todo permanezca en su lugar original”, cuenta Mariana López Rabuini, responsable junto a su pareja, Roberto Fernández, de la reapertura del histórico almacén de ramos generales Los Principios, en el tradicional pueblo San Antonio de Areco. Desde 1922 fue un puntal en la vida social de un pueblo que siempre tuvo ritmo gaucho. En su mostrador hubo un cliente legendario: don Segundo Ramírez, quien bajo la pluma de Ricardo Güiraldes se hizo leyenda: don Segundo Sombra. “Es una cápsula del tiempo”, dice López Rabuini.

Los Principios se llama así porque sus fundadores entendían la vida bajo el precepto de principios morales y éticos. “Los Principios no se negocian”, la frase se puede leer en una de las paredes.

Una figura dominó gran parte de la vida del boliche: don Américo “Beco” Fernández, hijo del fundador. Toda su vida estuvo detrás del mostrador. “Su presencia se siente en las estanterías”, cuenta Roberto Fernández, su sobrino nieto. El almacén cerró en 2018 y aquel hombre falleció en 2019. Desde entonces, y por primera vez desde 1922, estuvo cerrado.
La pareja tomó una decisión que le cambió la vida. Se conocieron en la ciudad de Buenos Aires en 2018. Él licenciado en ciencias políticas y ella arquitecta, en octubre de 2020, en plena pandemia, decidieron mudarse a San Antonio de Areco. “No lo dudamos, trajimos todo en dos camiones y cambiamos de vida”, cuenta López Rabuini. Pasaban por la esquina de Mitre y Moreno, y Los Principios les devolvía una postal indeseable: ventanas y puerta con las persianas bajas. Se les cruzó una idea: ¿por qué no reabrirlo? A principios de febrero de este año tomaron la posta y la mítica esquina volvió a ver el sol.

“No queremos cambiar el rubro, porque perdería la magia”, dice Fernández. Siempre fue el almacén del pueblo. En sus estanterías la paisanada hallaba las provisiones para sobrevivir a la soledad rural, pero también vendía su propia línea de ropa gaucha, sombreros y ajuares de gala para fechas patrias. Un detalle lo volvió liturgia: a un costado, entrando por una puerta especial, se accedía al mostrador donde se despachaba bebida. “Las mujeres entraban por otra puerta”, afirma López Rabuini.
Eran leyes de antaño. Los principios obligaban a separar las cosas. El hombre llegaba también con una bolsa para hacer las compras familiares, pero también para ponerse el día tomando una caña, la ginebra, el vermut.

“Beco se manejaba con los principios”, destaca Fernández. Ellos decían que había que beber con respeto. “No toleraba gritos, insultos ni falta de respeto, aquel que fallaba a esos principios, recibía un castigo: lo echaba y no podía volver nunca más”, cuenta su sobrino nieto. Simple. “Te quedabas afuera de todo”, agrega Fernández.

“Nos encontramos todo tal cual lo dejó Beco”, cuenta López Rabuini. Sin caer en la comodidad de transformar el espacio en un restaurante, esta nueva versión de Los Principios vuelve a su origen aunque con una ligera modificación. Se trata de un almacén de ramos generales con productos locales y algunos de otras partes del país, muy difíciles de hallar para el vecino arequero. “Queremos mostrar todo lo que hacen los productores locales, esa es nuestra idea”, confirma López Rabuini.
Las altas estanterías se dividen en dos partes, lo que está al alcance de la mano con productos actuales arequeros que van desde un gin, vermut hasta un chimuchurri ahumado o cítrico. Alpargatas, conservas, quesos y salames. Lo que está cerca del techo, todas las mercaderías que quedaron atrapadas por la red de la melancolía y el tiempo. Cajas de galletitas, frascos de café, y botellas de años. “Entran vecinos para ver las marcas que compraban cuando eran niños”, cuenta Fernández. Las señales a los buenos tiempos es la mejor atracción.

Joya de la corona
“No es una puesta en escena, acá está presente Beco”, sostiene Ariel Arellano, gestor cultural y vecino. Lo conocía al bolichero. No quiso perderse esta reapertura y deja posar su mirada por el mostrador, las paredes y el piso en damero, todo original. “Es parte de la joya de la corona de Areco, Los Principios no es sólo un bien histórico bonaerense, sino nacional”, afirma. Su reflexión se basa en aquellos principios que fundaron el almacén. “Forman parte de una época importante de la Argentina”, analiza Arellano.
La historia del almacén resume la de San Antonio de Areco. Los hermanos Antonio (padre de Beco) y su hermano Francisco Fernández abrieron en 1918 un ramos generales; en el 22 lo mudaron a su actual ubicación y desde entonces permaneció en la misma familia. Los gauchos entraban al pueblo por el puente viejo que cruza por el río Areco y pasaban por el almacén a buscar provisiones. “No regresaban por un mes”, recuerda Roberto Fernández, padre, quien creció en el barrio y conoció la esquina desde la cuna. Don Segundo Ramírez era una de ellos. Una foto en la pared lo muestra en el mostrador.

Las anécdotas de aquellos tiempos son increíbles. El padre de Beco, Antonio, tenía fama de saber “las cosas del cielo”, dicho en criollo: sabía el pronóstico del tiempo. Tenía una veleta en el techo del almacén. Antes de emprender algún baile, los paisanos iban y buscaban asesoramiento. Se subía al techo y consultando dirección del viento, forma de las nubes y vaya uno a saber qué más, bajaba con el pronóstico: “No va a llover, pueden hacer el baile nomás”, cuenta Fernández.
“De niños íbamos a jugar a la pelota a la orilla del río”, agrega Fernández. En las calurosas tardes de verano, el pueblo hervía, pero los chiquilines sabían que Beco tenía un corazón grande. “Pedíamos una botella de Coca y en la complicidad, Beco nos ponía un poco de Fernet”, cuenta. Pocas veces veía dinero, todo se arreglaba con la palabra, el crédito se basaba en la confianza y se materializaba en la libreta, una vez por mes el cliente cancelaba su deuda. “Los principios regían todo, esa moral se trasmitía desde el mostrador, y siempre funcionó”, acuerda el vecino, feliz por la reapertura de esta esquina fundante de altos valores que marcaron a muchas generaciones.

“En los años en donde se modificaba la hora, Beco jamás lo hizo con su reloj”, cuenta Fernández. ¿La razón? “Los Principios se lo impedían: por lo tanto mientras todos abrían a las tres de la tarde, él continuaba abriendo a las cuatro”, dice. En el mostrador se esgrimían profundas cuestiones. “Sobre la base de los principios, se tomaban decisiones”, remarca Fernández.
“Mágico, prolijo e impecable almacén”, así lo define a Los Principios el periodista Pietro Sorba en su libro Pulperías de Buenos Aires. En los días antes a la inauguración, limpiando esta cápsula del tiempo, hallaron marcas de un pasado encantador. Botellas de Gancia con un piolín marcando el nivel del líquido, y una etiqueta con un nombre y apellido. “Los clientes compraban una botella para su aperitivo diario”, cuenta López Rabuini. En la base de muchos artículos, en vez de precios, había letras. “Cada letra significa un valor”, dice Fernández.

San Antonio de Areco es un pueblo de tradiciones. Y se respetan. “Tratamos de no contaminarnos”, señala Susana De Lellis, madre de Roberto hijo. “Es una manera de sobrevivir a la globalización”, agrega. El casco histórico está protegido y muchos edificios, como Los Principios, son “Lugares Significativos”, con idéntica protección.“A la gente le gusta que las cosas se preserven, forma parte de la identidad del pueblo”, aclara De Lellis. Calles adoquinadas, viejas esquinas donde aún funcionan boliches de 200 años, como el de Bessonart. Si algo le faltaba a San Antonio de Areco era ver las puertas abiertas de “Los Principios”, la joven pareja se ilusiona y espera que productores locales lleven sus productos para llenar nuevamente las estanterías. “Cumplimos un sueño, lo visualizamos, trabajamos y lo hicimos”, concluye López Rabuini.

Articulo publicado por la 13 de marzo de 2023
Por Leandro Vesco
LA NACION

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