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10 julio 2024

BARES NOTABLES DE BUENOS - AIRES ARGENTINA

 

BARES NOTABLES DE BUENOS 

Hay bares en la ciudad de Buenos Aires que fueron el punto de encuentro de grandes músicos, el espacio de debate de importantes escritores o lugares de tertulia de actores y políticos.

Muchos de ellos, por antigüedad, arquitectura o relevancia local, son considerados "notables" y forman parte oficial del patrimonio cultural de la ciudad.

Conocerlos y compartir la atmósfera amable de las charlas de café, disfrutando de un clásico "cortado", es ritual obligado para los habitantes de la ciudad y una experiencia imperdible para los viajeros.

Se considera «bar notable» a aquellos bares, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio.

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BAR DE CAO
Este es uno de los bares notables de Buenos Aires cargado de historia y nostalgia de épocas mejores vividas pero que sin lugar a dudas merece ser visitado 
Este café comenzó su historia hace tiempo, con los hermanos José y Vicente Cao como propietarios, y funcionó desde entonces con la exitosa dupla de almacén y despacho de bebidas. Después de su retiro, el bar logró reabrir sus puertas en el año 2005, en un barrio como San Cristóbal, históricamente poblado de numerosos cafés interesantes y reconocidos.
Los Cao eran oriundos del pueblo de San Tirso de Abres, Asturias. Fueron ocho hermanos. Siete varones y una única mujer, Francisca. Ramón, el mayor, llegó a Buenos Aires en 1920. Un lustro más tarde lo hizo Julio. Ambos tuvieron diferentes trabajos hasta que, en 1930, se les presentó la oportunidad de alquilar la esquina de Independencia y Matheu —que había funcionado como bodegón desde 1915— para convertirla en un almacén-bar que llamaron La Armonía.
Otros hermanos fueron arribando al puerto de Buenos Aires. En distintos años lo hicieron Vicente, Pepe, Jesús y Balbino. Pero quienes conformaron la sociedad al frente de La Armonía fueron Julio, Vicente y Pepe ya que Ramón se había vuelto a España a cuidar a su madre. La empresa familiar se mantuvo hasta 1971 cuando Julio vendió su parte a Vicente y Pepe.
  Las modificaciones mantuvieron tanto el espíritu del lugar como sus fantasmas. El bar luce sus originales puertas vaivén, ventanas guillotina, estanterías, mesada de mármol y piso calcáreo. La madera es el elemento que domina todo el espacio. El respeto por el mobiliario produce la sensación de estar viendo a Vicente o Pepe en pleno peso y despacho de mercadería.
El tiempo pasó. Ramón se volvió a España y luego lo siguió Julio. Vicente y Pepe mantuvieron el negocio. El primero murió en 1999 y unos meses después Pepe bajó la persiana. Murió en abril de 2002. Pero después de esa suerte de siesta, en 2005 el almacén y bar “La Armonía” reabrió ya convertido en el “Bar de Cao”, pasó a manos de un grupo gastronómico que nuclea a varios de los bares notables de la Ciudad. El local se amplió hacia la calle Matheu y el espacio se unificó en un gran salón que pasó a incluir el antiguo bar. Las modificaciones mantuvieron tanto el espíritu del lugar como sus fantasmas. ése que se luce en la esquina de Independencia y Matheu manteniendo no sólo la tradición de su buena comida sino la vieja escenografía que lo llevó a integrar la lista de bares notables de Buenos Aires. El antiguo barrio de San Cristóbal lo tiene entre sus referencias, igual que a otros edificios (templos católicos, una sinagoga, una mezquita y un templo budista) que muestran el pluralismo religioso de la zona, consecuencia de las distintas comunidades que conviven allí. Pero esa es otra historia.

Bar de Cao
Av. Independencia 2400, San Cristóbal
“En medio del café, flota la luna, el humo como un alma se levanta…”
Conrado Nalé Roxlo.
Este café comenzó su historia hace tiempo, con los hermanos José y Vicente Cao como propietarios, y funcionó desde entonces con la exitosa dupla almacén y despacho de bebidas. Cuando en el año 2000 los veteranos asturianos se retiraron, Néstor Rosales,
entusiasta vecino, tomó la posta y realizó unas respetuosas y atinadas reformas. Amplió el espacio del café derribando la pared que lo dividía, pero mantuvo todas las características originales, incluido el mobiliario, y lo llamó El Almacén. A Rosales lo sucedió el músico Jorge A. Mehaudy, quien permaneció cerca de dos años al frente de la actividad, hasta que finalmente cerró.
En septiembre de 2005 el café reabrió sus puertas como Bar de Cao, para regocijo de vecinos y no tan vecinos, con un acertado trabajo que no hizo más que poner en valor las cualidades ya conocidas del viejo comercio.
El fino pintor Roberto Del Villano, recordado director del Museo de Arte Moderno, y su esposa Mónica; las señoras Otilia Da Veiga y Concepción Gamás, de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal "Jorge Larroca"; el escritor Manuel Peña Muñoz, autor del libro Los Cafés Literarios en Chile, de paso por Buenos Aires; el pintor
Juan Manuel Sánchez, protagonista del Grupo Espartaco; Luis O.
Cortese, minucioso investigador de la historia de la ciudad; los poetas Fernando Sánchez Zinny, Rubén Derlis, Patricia Sibar y Ernesto Pierro; el locutor Mario Keegan; la actriz Virginia Amezstoy; los periodistas Leonardo Busquet y Mario Bellocchio; el museólogo Diego Ruiz, y Ángel O. Prignano, investigador urbano, autor, entre otros, de un excelente libro sobre la basura porteña, son algunos de los miembros de la amplia barra "Caótica", que disfrutan cada uno de los momentos allí compartidos, tanto por el buen trato reinante, como por la calidad de todo lo que se consume.
A media cuadra del Cao, en Independencia 2442, una placa de la Secretaría de Cultura porteña del año 2000 recuerda que en ese predio vivió el magnífico arquitecto argentino Julián García (1875-1944), formado en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, e introductor del modernismo catalán en nuestra ciudad, autor de la reforma del Hospital Español (1908) y del edificio de oficinas de Chacabuco 78 (1910). Estamos seguros de que Julián, hombre de buen comer, conoció a Vicente y José Cao, y que en más de una oportunidad estuvo allí, comprando un buen jamón crudo o unas
sardinas españolas.
Pablo Durán, eficaz conductor que logró hacer renacer el Bar de Cao, comenta, no sin cierto orgullo, que el barrio de San Cristóbal es un barrio con cafés, y muy interesantes. Tiene razón, además del suyo, el Bar de Carlitos en Carlos Calvo 2607, "entre pulpería y almacén", es otro buen ejemplo. De los que ya no están recordamos
a El Protegido de San Juan y Pasco, a La Pichona de Pavón entre Rincón y Pasco, además de La Chiquita y el Café Pagés.
En el propicio ámbito vespertino de este café podría haber estado Julio Cortázar escribiendo o compartiendo un whisky con algunos cronopios de San Cristóbal o Balvanera, como solía hacerlo, del otro lado de las aguas y las tempestades, "en esos cafecitos de la rue Lhomond", o en "Les deux Magots", en el corazón de Saint- Germain-des-Près.



























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CAFE TORTONI







































GRAN CAFE TORTONI


Fundado en 1858, el Café Tortoni es el más antiguo de Argentina. Entre sus enmaderadas paredes, junto a sus mesas de roble y mármol verde, se sentaron Alfonsina Storni, Benito Quinquela Martín, Carlos Gardel, Baldomero Fernández Moreno, Luigi Pirandello, Federico García Lorca y Arturo Rubinstein entre otros artistas, hombres de letras y parlamentarios que traspasaron algo de su personalidad a este tradicional café, inseparable ya de la historia de Buenos Aires El Tortoni es el paradigma del café porteño, pero poco se sabe de sus orígenes. Apenas un inmigrante francés de apellido Touan decidió inaugurarlo a fines de 1858, el nombre lo tomó prestado del de un establecimiento del Boulevard des Italiens, en el que se reunía la elite de la cultura parisina del siglo XIX.
A fines del siglo, el bar fue adquirido por otro francés: don Celestino Curutchet, a quien el poeta Allende Iragorri describiera como ...el típico viejito sabio francés.... Menudo de cuerpo y fuerte de espíritu, estilaba la clásica perilla alargada, ojos vivísimos y usaba un casquete árabe de seda negra, casi un personaje de historieta que agregaba otro acento peculiar a la fisonomía el lugar.
El local era frecuentado por un grupo de pintores, escritores, periodistas y músicos que formaban la Agrupación de Gente de Artes y Letras, liderada por Benito Quinquela Martin. En mayo de 1926 forman La Peña, y le piden a Don Celestino Curutchet, que les deje usar la bodega del subsuelo. El dueño acepta encantado, porque según sus palabras ... los artistas gastan poco, pero le dan lustre y fama al café....
En este café parece que el tiempo se hubiera detenido como en un daguerrotipo, cuando en él la gente juega al billar, a las cartas, o simplemente toman un ca
fé entre amigos, el local es cada vez más una parte indispensable de la historia porteña.

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CONFITERIA LONDON CITY


Situado en pleno corazón de la city porteña, desde el 28 de Septiembre de 1954, “London City” fue refugio de poetas, artistas, políticos, que transitaban desde el Palacio Municipal hasta el edificio del Consejo Deliberante, periodistas que entraban y salían del vecino edificio del diario La Prensa y de los porteños y turistas que paseaban y trabajaban a lo largo de la hermosa Avenida de Mayo.

“London City” fue declarado café notable por la Comisión de Protección y Promoción de los cafés, bares, billares y confiterías notables de la ciudad de Buenos Aires.
El bar London City es uno de los Cafés Notables de la Ciudad de Buenos Aires. Está ubicado en la planta baja de un edificio construido hacia 1890 por el arquitecto Edwin Merry para la familia Ortíz Basualdo.
En 1910 el local fue vendido a la firma Gath y Chávez que lo utilizó como tienda y a partir de 1954 comenzó a funcionar como café. La historia de la segunda mitad del siglo XX transcurrió delante de sus ventanales.
Inaugurado en 1954, este Bar Notable del Casco Histórico de la Ciudad fue refugio de poetas, artistas y políticos, que en la segunda mitad del siglo XX transitaban desde el Palacio Municipal (sede del Poder Ejecutivo hasta 2015) hasta el edificio del entonces Consejo Deliberante (hoy, Legislatura de la Ciudad). También era lugar de encuentro de los periodistas que entraban y salían del edificio del diario La Prensa (hoy, Casa de la Cultura). El escritor Julio Cortázar solía sentarse en sus mesas. Precisamente fue allí donde escribió la novela “Los Premios” (1960) y convirtió a la London en escenario de la trama.
Al estar ubicado en la estratégica esquina de Av. de Mayo y Perú, a pocos pasos de la Plaza de Mayo, es uno de los cafés más emblemáticos de la Ciudad.

Av. de Mayo 599 - Perú 30 (CP1084). Bs As. Argentina








Fue uno de los tantos ilustres concurrentes a la Confitería London City. Precisamente su novela “Los Premios” (1960) fue planeada y redactada en alguna de sus mesas, sirviendo a la vez de lugtar central en la trama de la obra.


















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EL FEDERAL

El Federal es el bar y restaurante más antiguo en funcionamiento de la Ciudad de Buenos Aires. Se encuentra en Carlos Calvo 599, esquina Perú, en el viejo barrio de San Telmo.

Inaugurado en 1864 como almacén, más tarde se instaló en el actual edificio de dos plantas de estilo italianizante, construido a fines del siglo XIX. Los interiores se mantienen originales de comienzos del siglo XX, y el café es elegido tanto por los porteños como por una gran cantidad de turistas que visitan el casco histórico de Buenos Aires.

Interior.
Por Resolución de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires N° 520/2004 del 25 de noviembre de 2004 fue declarado "Sitio de Interés Cultural" «por ser testigo de una época y del barrio de San Telmo»
En la esquina de Perú y Carlos Calvo, corazón de San Telmo, funciona el café-bar El Federal. Anteriormente lo hizo como almacén con despacho de bebidas, clásica tipología comercial porteña de fines del siglo XIX y principios del XX.
Los dos salones que conforman El Federal, con un mobiliario tradicional, poseen una interesante exposición porteña, que incluye viejas publicidades, fotografías de los años 20 y 30. Objetos que movilizan nuestra memoria como antiguos triciclos, añejas botellas de aperitivos, sifones de vidrio de color con cabeza metálica y pinturas relacionadas con personajes de la música ciudadana (como el incomparable Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero, Homero Manzi, Osvaldo Pugliese y Héctor “Chupita” Stamponi, por ejemplo) determinan su cálido espíritu, que se refuerza con la buena atención de su plantel de mozos y mozas.
La barra baja, que protagoniza el primer salón, permite comer sentado muy cómodamente las especialidades de la casa (picadas, tortillas, lomos y sándwiches especiales, ravioles caseros de pavita o strudel)























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CAFE CORTARAZ

Buenos Aires da la bienvenida al primer café inspirado en la temática de Julio Cortázar. La vida la obra del escritor inundarán la temática del bar, el cual propone actividades y espacios para conocer al genio siempre acompañado de una propuesta gastronómica que no tiene pinta de ir a decepcionar. Las paredes están cubiertas de sus libros, citas, frases y fotos; pero, sin duda, la biblioteca con todos sus libros disponibles para degustarlos junto con todos los productos de la carta son lo que se antoja más apetitoso.

“El equipo que estaba atrás del Cortázar estaba buscando una esquina –cuenta Romina Metti, una de las responsables de la comunicación, el contenido y la gestión cultural del bar–. Sabían que querían que fuera un café literario, aunque no tenían todavía definida la figura. Haciendo el recorrido entre los escritores argentinos, llegaron a Cortázar. Siempre la gente pregunta por qué Cortázar y no Borges. Y siempre damos un poco la misma respuesta que tiene que ver con la cercanía del personaje. No son comparables, la obra de los dos es increíble, pero Cortázar tenía una cercanía con la gente que es distinta, tenía otro nivel de empatía. Siempre decimos, un poco en serio un poco en chiste, que esta es una esquina en la que Julio podría haber estado. O sea que de pronto, si él viviera en este siglo, podrías encontrártelo tomando un café acá. Y también porque es muy generoso en su literatura, tenés todo: ensayo, cuento, novela, escrito político, su correspondencia, que es básicamente como una biografía abierta. Es inagotable el personaje. Esa fue un poco la búsqueda también”.
Ante la inminente apertura del café, en 2015, los iniciadores de este proyecto fueron a conocer la última casa donde vivió el escritor con su madre y su hermana cuando habitaba tierras porteñas, en la calle Artigas del barrio Rawson, donde pasó su juventud. Por esos días también dieron con Bernardo Cornejo, un joven fotógrafo, amigo de los dueños actuales del departamento, que vivió dos años allí. Durmió en la misma habitación en la que dormía Cortázar cuando volvía a Buenos Aires, veía el mismo paisaje que aquel veía desde la ventana y sacándole el jugo al lugar en el que lo había puesto el destino, hizo una producción de fotos del interior de la casa, del edificio y del barrio en general, que pensaba presentar en el Centro Cultural Borges. Cuando los impulsores del Café se enteraron, lo contactaron, le contaron de su apertura y él decidió que era más adecuado presentar su muestra en un lugar que se llamaría “Cafe Cortázar” en vez de Borges. Esa fue la exposición de apertura que inició, junto con el bar, en diciembre de 2015 y estuvo montada entre tres y cuatros meses. Para la inauguración también llevaron a diferentes personalidades que tuvieron algún vínculo con Cortázar. Por ejemplo Horacio Spinetto, que es arquitecto, pintor y dibujante, e hizo el logotipo del café que está inspirado en la famosa foto de Sara Facio.

Desde esa primera apertura de puertas, el Café Cortázar no fue solo un lugar donde ir a desayunar, almorzar, merendar o cenar, sino un espacio que ofrece constantemente propuestas culturales relacionadas con quien inspiró el proyecto. En el primer piso pueden visitarse diferentes muestras que rotan cada tres meses, se puede asistir a los talleres que tienen lugar en ese espacio rodeado del mundo del padre de las rayuelas o simplemente ir a tomar un café y disfrutar de alguna de sus obras disponibles en la biblioteca. Un punto importante es recordar devolverlas. Los textos se ofrecen para su consulta y disfrute pero no son souvenirs. En este espacio pueden encontrarse los cuentos completos, Rayuela, sus cartas y todos los títulos clásicos, además de otros libros inéditos o difíciles de encontrar.

Entre las diferentes actividades que se realizan en el Cortázar destacan los talleres, que siempre intentan cruzar al escritor con alguna disciplina como cine o fotografía. De todos modos, los que han tenido más éxito y debieron repetirse a pedido del público han sido los referidos a Rayuela.

También se han realizado microtalleres para niños, proyecciones de documentales y fragmentos de Cortázar, hablando sobre diferentes temas.

“Uno espectacular que proyectamos fue Esto lo estoy tocando mañana, que en 2014 se presentó en la Usina del Arte. Es un documental sobre Cortázar y la música, y entrevistan a un montón de músicos que eran amigos de él o con los que hizo algo. Y también trajimos a las directoras que estuvieron hablado con la gente. Él siempre dijo que nació y le tocó la maldición de ser escritor, pero si no, hubiese querido ser músico. Su literatura, de hecho, es muy musical también, su escritura tiene una estética muy musical”.

El espacio también cuenta con un asesor de lujo: Lucio Aquilanti, el mayor coleccionista de la obra de Cortázar en el mundo. Durante 30 años se dedicó a buscar, investigar y documentar todo lo hecho por el escritor y plasmó eso en un libro que registra desde lo más pequeño hasta lo más grande. Ese trabajo también está en la biblioteca del Café. Aquilanti decidió donar toda su colección de Cortázar al tesoro de la Biblioteca Nacional, para que los investigadores pueden tener acceso a ese material.

Así, este lugar recibe tanto a los que buscan un sitio para leer, trabajar, estudiar, escribir, festejar un cumpleaños, hasta escuelas que quieren conocer más sobre el escritor y van a realizar actividades, incluyendo a un grupo de jugadores de backgammon, de entre 60 y 70 años, que todos los martes a la noche se reúne a disfrutar de una partida.
Dirección: C1186AAS, José A. Cabrera 3797 C1186AAS, C1186 Buenos Aires, Argentina

"Andábamos sin buscarnos,
pero sabiendo que
andábamos para
encontrarnos."














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 CONFITERÍA LA IDEAL© 

Café, Restaurant y Bar Notable




Un salón majestuoso desde 1912, Suipacha 384, CABA
La Confitería Ideal (o conocida simplemente como La Ideal) es un bar notable ubicada en la calle Suipacha 384 en el microcentro de la ciudad de Buenos Aires. Es reconocida por su decoración interior, recargada y muy bien conservada, que data de la década de 1910.1​

Funciona desde 1912 en el local de original de la mencionada calle Suipacha, un edificio de dos plantas diseñado por el ingeniero C. F. González por pedido de su fundador Manuel Rosendo Fernández, un comerciante oriundo de Galicia
Fue fundada en 1912 por el inmigrante español Manuel Rosendo Fernández quien realizó una inversión millonaria para crear un restaurante y confitería. Considerada un «Café Notable», comparte esta distinción con otros icónicos establecimientos de la ciudad y fue la reconocida como uno de los mejores emprendimientos gastronómico de buena parte de las primeras décadas del XX.

En uno de los pisos funcionó una de las primeras fábricas de helados de Buenos Aires. Sus descendientes siguieron al frente del lugar, aunque tiempo después decidieron cerrar casi el primer piso para convertirlo en un salón para milongas en la década del 1970. Fue experimentado una transformación a lo largo de los años, siendo punto de encuentro de la alta sociedad porteña, salón de tango, preferido por presidentes políticos, e incluso escenario de fiestas de música electrónica.

A pesar de su prestigio inicial, la calidad se deterioró y los descendientes de Rosendo Fernández la vendieron en 2016. Sus nuevos dueños la cerraron en 2017 para hacerle importantes trabajos de restauración.4​ El estudio de arquitectura Pereiro, Cerrotti & Asociados fue el encargado de la puesta en valor, reabriendo con éxito el 16 de noviembre de 2022El local fue realizado con materiales y elementos importados de Europa: arañas francesas, sillones checoslovacos, vitrales italianos, boiserie de roble de Eslavonia tallada artesanalmente, mármoles para las escaleras, cristal biselado para las vitrinas, bronces, hierro negro, etc
Una joya arquitectónica de comienzos del siglo XX que fue puesta en valor gracias al trabajo minucioso de años.
Fue fundada en 1912 pero cerró sus puertas en 2017. Desde entonces y hasta noviembre de 2022, los más de dos mil metros cuadrados del edificio fueron puestos en valor y se recuperó su patrimonio histórico, gracias a un equipo de especialistas en bronce, madera, estuco, dorado a la hoja y vitrales.
Su arquitectura es todo un símbolo de la Belle Époque. Te va a sorprender la centenaria cúpula, compuesta por 60 paneles de vitrales y una moldura elaborada con cartapesta.

Las arañas y los apliques son originales, y en la restauración fueron bajadas y pulidas. También se desarmaron y renovaron los ascensores, se acondicionó la Bombonera del primer piso y los vitraux.
Todo lo que consumas o compres en La Ideal es de elaboración propia:  tiene su propia panadería, cocina, pastelería y bombonería. El edificio incluso cuenta con una lavandería.
Es un lugar muy especial de la Ciudad, para sentarse a comer o a tomar un rico desayuno o merienda. También podés comprar en la panadería, la bombonería y la sandwichería.  Un verdadero viaje a la antigua Buenos Aires.
Datos con historia
El dueño original de Confitería La Ideal fue Manuel Rosendo Fernández, un inmigrante español que planeó cada detalle de este restaurante y confitería, con todos los lujos de principios del siglo XX.
Se dice que aquí funcionó la primera fábrica de helados de la Ciudad.
En la década del ’70, el primer piso se convirtió en un salón para milongas.
¿Querés saber algunos de los nombres más célebres que se sentaron en sus mesas? Desde Hipólito Irigoyen y Arturo Frondizi, hasta Jorge Luis Borges o Carlos Gardel, y Yoko Ono y Allan Parker.  quedó deslumbrado con La Ideal, por eso decidió filmar allí escenas de la película Evita.  
















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LA BIELA




En 1850 fue inaugurado pero recién en 1950 adoptó su nombre actual aprovechando el auge del automovilismo y sirviendo de punto de reunión de grandes corredores de la época como Juan Manuel Fangio. Entre los visitantes ilustres se encuentran los Reyes de España, presidentes de distintos países, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Serrat, Sabina, diversos futbolistas y corredores de autos.

Si bien cuenta con una amplia oferta gastronómica, muchos de sus clientes llegan para disfrutar de un café y una charla.
La Biela, es un café bar de los más tradicionales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), ubicado en Junín y Av. Quintana, una de las esquinas más bellas del barrio de la Recoleta, a cien metros de la Iglesia del Pilar y del Cementerio en el que descansan 21 presidentes del país. Se trata de un Bar Notable protegido por la Legislatura Porteña por haber sido punto de encuentro de grandes músicos y escritores, lugar de debates y tertulias de actores, deportistas y políticos. La Biela es parte del patrimonio cultural de la Ciudad y un ritual imperdible para incluir en el itinerario de los viajeros y viajeras - y por qué no, los mismos habitantes de Buenos Aires- para este fin de semana extra largo.

Disfrutar del clásico café de La Biela, sus platos típicos y recorrer las atracciones del Barrio porteño de la Recoleta, es una vivencia única e irrepetible, que toda persona que pase por Ciudad Autónoma de Buenos Aires se merece hacer. Mucho más, cuando durante esa experiencia, se puede conocer la atrapante historia del café narrada por uno de sus dueños, Carlos Gutiérrez, un español que adquirió el café en 1966.


+ CÓMO ES EL BAR LA BIELA
Fachada del Bar La Biela, Recoleta, Buenos AiresLa Biela cuenta con lugar suficiente para albergar 400 personas pero como el espacio entre las mesas es amplio podremos estar cómodos.

En la decoración de las paredes abundan distintas partes de vehículos como parrillas, faros, bocinas y obviamente bielas. También hay fotos blanco y negro de grandes campeones del automovilismo. El interior es sobrio, tiene una gran barra y si nos sentamos en las mesas que dan a los ventanales podremos ver el Cementerio de la Recoleta y la Iglesia Nuestra Señora del Pilar.

Una de las mesas recuerda los encuentros que tenían dos grandes los escritores argentinos: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. En el exterior también hay mesas y es ideal para los días de primavera o verano porque se encuentran bajo la sombra de un árbol de más de 200 años.















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EL HIPOPOTAMO






El Hipopótamo

La esquina noroeste de Brasil y Defensa presenta un edificio de tres pisos levantado cuando apenas iniciaba su historia el siglo XX. Desde las vísperas del Centenario de la Revolución de Mayo, es decir desde 1909, en el local de Brasil 401 siempre existió un café, originalmente llamado La Estrella del Sur con la tipología almacén y despacho de bebidas.

El Hipopótamo brinda, desde una ubicación estratégica en el barrio de San Telmo, su cordialidad y buen servicio. Pizzetas, sándwiches especiales, picadas y panqueques de dulce de leche o de manzana son algunas de las tentaciones de la casa.

El interior del bar  mantiene cierta penumbra, donde se destacan como acentos de color diferentes carteles enlozados: Aperitivo Campari (azul, amarillo blanco), “Prefiera una Gardini, la mejor máquina para coser y bordar” (rojo y amarillo) y “Cigarrillos 43. Libres de todo trust” (azul, rojo y blanco).

En este ámbito se filmaron algunas escenas de las películas Despabílate amor de Eliseo Subiela, y Las cosas del querer II dirigida por Jaime Chavarri, con la participación de Ángela Molina, Manuel Bandera y Darío Grandinetti, entre otras figuras.

Sentado en una de las mesas de El Hipopótamo se puede descubrir al realizador Juan José Campanella, así como también estuvieron Tita Merello, Ernesto Sabato, Osvaldo Soriano, Ulises Dumont y tantos más.
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LA POESIA
Originalmente creado para ser un espacio de encuentro para artistas e intelectuales, Café La Poesía mantiene su tradición de esquina inspiradora. Fue declarado Notable por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y Sitio de Interés Cultural por la Legislatura Porteña.
Fue fundado por el poeta, escritor y periodista Rubén Derlis, intelectual de la Generación del 60’ que narra los avatares del treintañero local en Esquina de encuentro. Uno de sus míticos parroquianos fue el poeta y letrista de tango Horacio Ferrer, que conoció allí a la artista plástica Lucía Michelli. Reducto de notables escritores, músicos y artistas, fue amadrinado por la cantante Marikena Monti. Entre las reliquias del Café se encuentran el mural de Juan Manuel Sánchez, la galería con 120 retratos de maestros de las letras argentinas, el piano de principios del siglo XX, la chopera de bronce, las chapas con recordatorios en las mesas, el mostrador de madera y las colecciones de antigüedades, latas, botellas y sifones.
El Café La Poesía es un café literario y uno de los Bares Notables de la ciudad. Fue fundado por el poeta, escritor y periodista Rubén Derlis.
La Poesía siempre fue un espacio de notables escritores, músicos y artistas, como el poeta y letrista de tango Horacio Ferrer, compositor del famoso tango “Balada para un loco” junto a Astor Piazzolla.
Al ingresar a este bar notable se puede observar su decoración de interior característica y el homenaje a ilustres personalidades de la literatura y el arte, a través de retratos que cuelgan encima de las mesas rústicas y del mostrador.
Entre las reliquias del café se encuentra una galería con 120 retratos de maestros de las letras argentinas.































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Museo Fotográfico Simik





El Museo Fotográfico Simik se encuentra dentro del bar "Palacio", en la Avenida Federico Lacroze 3901 (esquina con calle Fraga), en el barrio de Chacarita, en Buenos Aires, Argentina.
Sus objetivos son la preservación del patrimonio fotográfico de la ciudad de Buenos Aires y la organización de actividades relacionadas con la historia y la difusión de las expresiones artísticas a través de las cámaras fotográficas.
El museo está instalado dentro de un bar con la idea de que cualquier persona pueda conocer el origen y el desarrollo de la fotografía y sus instrumentos. Es privado y gratuito, no es necesario consumir nada para visitarlo.
El museo fue declarado de Interés Cultural por la Legislatura de La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tanto en 2005, por sus aportes a la conservación del patrimonio de la ciudad, como en 2012, por a las actividades culturales que en él se realizan.
Desde 2011 se considera al bar Palacio que lo alberga un bar notable de la Ciudad de Buenos Aires.

Historia
Interior del bar-museo
Cada mesa es a su vez una pequeña vitrina.
Antigua cámara con fuelle de 1,6 m.
Se disfruta tanto del bar como de los elementos fotográficos en exposición.
Alejandro Simik se interesó por la fotografía cuando era bombero y solía acompañar al fotógrafo que hacía las pericias de los incendios. Entonces se decidió a hacer un curso en la Asociación de Fotógrafos Profesionales y comenzó a hurgar en ferias y viejos armarios de familiares y amigos en busca de antiguas cámaras fotográficas.1​
Aprovechó un bar del cual era propietario, en la esquina de las avenidas Federico Lacroze y Fraga, (Lacroze 3901), en el barrio de la Chacarita, para fundar en 2001, el "Museo Fotográfico Simik". Según sus propias palabras, esto en parte lo hizo para combatir la depresión de aquel año de profunda crisis económica y política en la Argentina:
El Museo comenzó a funcionar en febrero de 2002 en un local del bar. El principal objetivo del mismo es la transmisión didáctica, visual y técnica de la evolución de la fotografía y las cámaras fotográficas desde sus inicios. Cualquiera puede, en forma libre y gratuita, disfrutar de él.
En octubre del 2005 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró sitio de interés cultural por sus aportes realizados a la preservación del patrimonio nacional, y nuevamente en 2012, por sus aportes a la conservación del patrimonio de la ciudad.
Por otra parte, desde 2011, al bar "Palacio" que lo alberga se lo declaró bar notable de la Ciudad de Buenos Aires.
La idea de instalar el museo dentro del bar surgió con el objetivo de que cualquiera pueda conocer el origen y el desarrollo de las cámaras fotográficas. No es necesario abonar entrada o tomar un café para visitar el lugar. El museo casi no produce más gastos que el de mantener las muchas vitrinas adosadas a sus paredes.
En el lado exterior de la puerta de ingreso principal, una estatua personifica a un fotógrafo antiguo, con su vieja cámara, que invita a entrar.
En el interior de este bar-museo se hallan muy diversos objetos relacionados con la historia de la fotografía, de gran valor histórico y emotivo. La colección comprende más de 4.000 fotografías, que por cuestiones de espacio se van rotando y exhibiendo en diferentes oportunidades, por época o tema.2​
Hay, por ejemplo, un visor de imágenes estereoscópicas, hecho en Francia en 1893, que permite contener 220 vistas de vidrio o papel. También hay más de 600 antiguas cámaras de galería y de cajón; de estudio y con ruedas para hacerlas portátiles, utilizadas entre 1870 y 1950. La más antiguas son de madera, con fuelle y objetivo de bronce. Además se exhiben daguerrotipos norteamericanos y argentinos, y también ambrotipos y ferrotipos de diversos orígenes.1​2​
El Museo cuenta con un estudio fotográfico con elementos de última generación, en el que se puede trabajar con cámaras de formato grande (placa de 10 por 12), medio, en sus diversas variantes, y también en digital.
El "Bar Palacio", posee servicio de cafetería y una carta sencilla, internet gratuito y computadoras de acceso libre.









































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LAS VIOLETAS

La Confitería Las Violetas es un tradicional bar, restaurante y confitería ubicado en la esquina en que se cruzan las avenidas Rivadavia y Medrano, en el barrio de Almagro, Ciudad de Buenos Aires.
Fue inaugurada el 21 de septiembre de 1884 por los señores Felman y Rodríguez Acal y posteriormente remodelada en la década de 1920, luciendo vidrieras y puertas de vidrios curvos, vitrales y pisos de mármol italiano. La propiedad fue rematada en 1933 y pasó a manos de Mateo Figallo y su familia.

Se afirma que su nombre proviene de los canteros con violetas que decoraban su frente. Fue siempre una confitería de lujo, que contrastaba con la pulpería que estaba en la esquina en diagonal. En sus primeras épocas se llegaba tomando el tren en la estación Del Parque, que se levantaba en el solar donde hoy día está el Teatro Colón, y se bajaba en la estación Almagro, a una cuadra de la confitería. O se podía tomar un tranvía a caballo que recorría Rivadavia.

Con respecto a sus emblemáticos vitrales, incorrectamente suele decirse que son de Francia, pero en realidad sólo los materiales son de allí. La planificación y el armado se hicieron sobre la base de bocetos en acuarelas y tinta china de un escenógrafo diseñador en un taller que quedaba en Buenos Aires, en la calle Piedras N° 1019, los que fueron colocados en el año 1928. Dichos bocetos, que se conservaron, se confeccionaron de acuerdo con el arquitecto que tuvo a cargo la remodelación del local. La persona a cargo de hacer los vitrales fue Antonio Estruch, quien ya tenía la experiencia de haberlos hecho para el Café Tortoni (el hijo y el nieto, también llamados "Antonio", siguieron trabajando en el mismo rubro, y desde 1987 ocuparon el local de Solís 263)




















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